Siempre ha existido la discusión sobre la posibilidad de la
amistad entre hombres y mujeres. Algunos dicen que sí se puede formar un
vínculo fraterno entre dos personas de sexo opuesto; otros señalan que no porque
irremediablemente en algún momento surgirá la atracción física.
Reconozco que en la gran mayoría de mis relaciones de
“amistad” con especímenes del sexo opuesto está presente un deseo escondido
pues cualquier vínculo implica una atracción hacia otra persona, basado en
intereses comunes, gustos similares y una compatibilidad especial a la que
solemos llamar “química”.
Como resultado la fantasía siempre está asechando, esperando
que algo más suceda. La
oportunidad de llegar al sexo está a la vuelta de la esquina,
esperando a mostrarse en el momento más inoportuno. Por esta causa suelo evitar posibles situaciones
tentadoras.
Pero hay ocasiones en las que me gusta
correr lentamente, dejar que esta me atrape.
Una noche de lluvia busque una copa de
vino, llame a un amigo disponible e iniciamos una grata velada de mucha
plática. Con una muy rebuscada doble intensión toqué el tema y la conversación
se tornó interesante:
- Yo: Anda, cuéntame lo que aún no se de ti.
- El: Que quieres saber?
- Yo: Sé que en este momento no estás flechado por nadie pero me gustaría saber si actualmente te sientes atraído por alguien.
- El: En este momento no estoy enamorado, pero no estoy ciego. Si me gusta alguna por ahí; me siento atraído por alguien todos los días; cada vez que veo una chica linda me gusta. Pero ahorita mi enfoco en mi crecimiento profesional. Supongo que esto, a futuro, atraerá a una mujer como la que quiero para mí.
- Yo: Comprendo. Entonces llevemos esta plática directo al siguiente nivel. A qué edad dejaste de ser virgen?.
- El: Habíamos tardado en caer en estos temas que tanto disfrutas… (aclara su garganta) …dejé de ser virgen a los 15 años, cuando estaba en bachillerato.
- Yo: Con quien fue?
- El:: Fue con una amiga del colegio.
- Yo: Una amiga o una novia?
- El: Una amiga. Se llamaba Virginia. Siempre estudiábamos juntos en su casa.
- Yo: Ah, la vieja historia de los amigos que terminan enredados. Ya la conozco bien. Como fue que llegaron a eso?
- El: Como te mencioné, siempre iba a casa de Virginia a estudiar; le explicaba química. Soy bueno para la química.
- Yo: Ya lo había notado (Guiño un ojo con complicidad, él se sonroja nuevamente).
- El: Su mamá también confiaba mucho en mí. Me veía como un joven respetuoso y educado; lo que ignoraba es que ya había desarrollado mi lado pícaro. En algunas oportunidades, durante las pausas, hablábamos de sexo, de nuestras dudas, de los amigos en el colegio que ya habían tenido sexo, etc. Una tarde que fui a su casa a estudiar; una cosa llevo a la otra y ese día nos besamos por primera vez.
- Yo: Quiero detalles!
- El: Nos sentimos muy bien besándonos pero a la vez culpables por temor a que, de alguna forma, se estuviera rompiendo la amistad. Ese día no pasó nada más que los besos. Pero esos besos despertaron muchas cosas en ambos, cosas que luego nos fuimos contando. Hasta que una tarde de estudio en su casa le dije que quería dejar de ser virgen con ella. Y sin dudarlo Virginia aceptó!. De inmediato comenzamos a besarnos y cada beso nos fue llevando a más, a recorrer nuestros cuellos mientras ella acariciaba mi cabeza con sus dedos. Recuerdo que fue bastante apasionado pero sin apuros.
- El: Uff como me haces esto! he comenzado a excitarme.
- Yo: Continúa por favor. Deja que esa excitación te dicte lo que me relatas. Tú mismo te has excitado con mis escritos, ahora es mi turno, me lo debes.
- El: Esta bien… (un par de respiraciones profundas, se resigna y prosigue) …La verdad es que a mí me fascinaba lo que pasaba. Nos fuimos a su cuarto, a su cama. Comencé a besar sus senos. Ella sentía algo de pena, pero claramente notaba que le gustaba. Poco a poco fui recorriendo con mis labios y lengua su cuerpo. También tenía algo de temor o pena de que me rechazara o de que no le fuese a gustar lo que iba haciendo o, peor aún, de que su madre llegara! Pero seguí besándola, me dirigí hasta su vagina y comencé a besarla suavemente mientras que con mis dedos la acariciaba. Eso la excitó mucho al punto de pedirme que la penetrara.
- Yo: Si… sigue… (sin darme cuenta había comenzado a exhalar por la boca).
- El: Oh! recuerdo claramente que me dijo "estoy preparada, quiero que me penetres!". La sentía algo nerviosa pero claramente excitada y yo estaba igualmente excitado. Por primera vez mi pene se ponía tan duro. Fue una sensación muy distinta a la de masturbarme. Poco a poco fui apoyando mi pene sobre su vagina deslizándolo de arriba a abajo una y otra vez, rozando divinamente. Hasta que al fin ya no pude contenerme y comencé a introducirlo lentamente. Le dolía, podía notarlo y eso me puso algo nervioso porque pensé que le estaba lastimando. Le pregunté “quieres que siga o que me detenga?” y con los ojos cerrados solo respondió “sigue”. Ella estaba tendida sobre la cama, con mis brazos sostenía sus piernas levantadas en ángulo e iba moviéndome lentamente en un principio metiendo mi pene cada vez un poco más dentro de ella hasta que la penetre por completo. Poco a poco fui moviéndome con más rapidez e ímpetu.
- Yo: Ok, te sigo.
- El: Mientras la penetraba acariciaba sus pechos con delicadeza y morbo. Anhelaba tenerlos nuevamente en mi boca pero la sensación de estarla penetrando era enloquecedora, cada vez más fuerte. A ratos decía que le dolía, pero su cara era tal mezcla de placer y dolor que solo pude desacelerar un poco y continuar. El movimiento acompasado de nuestros cuerpos era tan divino y estimulante, que recuerdo pensar que estaba viviendo las sensaciones más ricas de mi vida. Sus gemidos me fueron llevando a mi punto más alto de excitación hasta que al fin llegó el momento. Virginia gemía y jadeaba, un orgasmo estaba explotando dentro de su vientre y su vagina se contraía para apretarme. Una poderosa y deliciosa sensación se aglutino en mi ingle, se irradio al cuerpo hinchado de mi pene y se concentró ahí. Sentía mi esperma desplazándose dentro de mí y justo antes de eyacular saqué mi pene y comencé a masturbarme casi violentamente hasta verter mi semen caliente sobre su vientre.
- Yo: Wao… (exhalando, pensando en que decir ahora) Volvieron a hacerlo alguna vez o continuaron siendo amigos? (pregunta tonta, lo único que se me ocurre al calor del momento).
- El: Lo hicimos un par de veces más pero nuestra relación cambio, ya nunca volvimos a vernos de la misma manera, hasta que perdimos contacto.
- Yo: Perdiste una amiga, pero valió la pena (le miro con malicia).
- El: Ciertamente (me mira de igual forma) De solo recordar todo aquello mi pene se ha puesto como una piedra.
- Yo: Lo sé (ya lo había notado).
- El: Deberé hacer algo al respecto al llegar a casa.
- Yo: Deberías ir a hacerlo ya.
Aquella
noche estuve a punto de conseguir aquello que inconscientemente buscaba pero
dos cosas lo impidieron: 1) Una llamada telefónica rompió el encanto y 2) Logré
discernir a tiempo que con el sexo, al igual que Virginia, perdería algo más
que un amigo; perdería un vínculo fraterno que siempre juguetearía con la idea del sexo como una meta latente y estimulante. La manera más
sencilla de conocer el lado opuesto del universo: Acceso ilimitado a la mente
del sexo opuesto.
Que delicia. Que rico deleite. Siempre queda ese sabor para hacerlo un cualquier momento y cualquier lugar
ResponderBorrar